No todo el ruido es malo, tal y como le aseguraría cualquier persona a la que le guste oír música a gran volumen. Pero el ruido indeseado, lo que denominamos contaminación acústica, supone una auténtica amenaza para la salud y el bienestar humanos.
El ruido puede afectar al sueño, aumentar el ritmo cardiaco y la presión arterial, e incluso influir en las destrezas motoras y las funciones cognitivas. Según la Agencia Europea de Medioambiente (AEMA), 10 000 muertes en Europa cada año pueden atribuirse al ruido. Y el coste anual de la contaminación acústica en Europa se calcula que alcance los 52000 millones de dólares.
Como respuesta, la AEMA y la Organización Mundial de la Salud han establecido los niveles de ruido máximos a los que deberían estar expuestos los europeos. Recomiendan unos niveles nocturnos de no más de 40 dB (actualmente, un tercio de los ciudadanos europeos están sometidos a 55 dB), y 65 dB durante el día. Algunos municipios se están dando cuenta de ello, imponiendo restricciones a los niveles de ruido, por ejemplo, en eventos nocturnos.
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